La comisión cuántica

Steven Weinberg. El sueño de una teoría final. La búsqueda de las leyes fundamentales de la naturaleza.
Hace unos días, La opinión alternativa publicaba, con el título de "Realidades paralelas", un breve resumen de las reacciones de los medios de comunicación a la declaración de José María Aznar en la comisión del 11M. A la vista de las diferentes interpretaciones recogidas en este resumen, no parece desacertada la elección de dicho título. A fin de cuentas, como bien señalaba La opinión alternativa, se podría decir que vivimos en un país donde coexisten realidades paralelas.
Para entender mejor esta posibilidad (la existencia conjunta de diversos mundos interpretativos), podemos acudir a los métodos fijados por las ciencias sociales habituales (incluida la filosofía) o a los análisis más agudos de columnistas sagaces dedicados en cuerpo y alma a este tipo de asuntos. El problema, a mi entender, es que estos niveles de comprensión no ayudarían demasiado en la tarea de definir por qué ocurre lo que ocurre; en el fondo, no harían más que certificar una vez más la existencia de diversos criterios dispares, de reacciones enfrentadas, encontrándonos una vez más (una y otra vez) al comienzo del laberinto. Hablar de "Realidades paralelas" es hablar de mundos múltiples, pero también podemos entender este concepto como una superposición de estados de una complejidad inimaginable (Niels Borh: la interpretación de Copenhague), y es entonces, sólo entonces, cuando estamos en condiciones de intentar comprender la dificultad verdadera de este problema. En una palabra: estamos pidiéndole a gritos a la física teórica un modelo de realidades paralelas más apropiado para nuestro juego, una jaula científica siempre a nuestra disposición y a la medida exacta de nuestras capacidades. Ser capaces de entender que el gato enjaulado (el gato que permanece en la jaula: el gato de Schrödinger) está en ocasiones vivo y en ocasiones muerto, gato y superpuesto, simultáneamente, es comprender que estamos hablando de partículas elementales y que debemos encontrar las herramientas correctas para no acabar extraviados; que estamos hablando de los muchos mundos posibles y que este territorio sólo puede ser entendido desde las leyes universales de la mecánica cuántica.
La Teoría de los Mundos Múltiples (Relative State Formulation of Quantum Mechanics) fue formulada por el físico Hugh Everett III en 1957 y, desde entonces, ha entrado a formar parte de la cultura popular a través de ensayos de divulgación científica y novelas de ciencia ficción. En un lugar de un universo único plantea Everett- habría un "multiuniverso" que englobaría a su vez una infinidad de universos paralelos, y sólo así cabría entender que, ante un mismo hecho, diferentes observadores obtuvieran conclusiones tan dispares y tan enfrentadas. Es decir: sólo así seríamos capaces de entender que, el observado (José María Aznar, en este caso), nos diga en ocasiones la verdad, y en otras, simultáneamente, nos esté contando una mentira.
En principio, debemos abandonar todo intento de analizar lo sucedido en la comisión de investigación desde una perspectiva ordenada por las leyes de la mecánica clásica: de ahí procede nuestro error inicial y nuestra posterior e inesperada sorpresa; en este caso, me temo, Isaac Newton no nos sirve de nada. Más bien deberemos forzar la imaginación y suponer que pueden aplicarse a niveles macroscópicos los métodos de análisis propios de los niveles microscópicos. He de reconocer que esta infección ficcional puede parecer descabellada, pero es una posibilidad no descartada del todo por muchos de los protagonistas de la física contemporánea.
Si, en lugar de José María Aznar, expresidente, lo que tenemos delante (dentro de una caja, es decir, dentro de la comisión de investigación) es un átomo denominado José María Aznar, podemos comenzar a detallar en realidad qué es lo que estamos observando, dando por sentado que estamos ante un experimento aleatorio del mundo microscópico, e imaginando, en esta ocasión, que José María tiene las mismas propiedades que un átomo. Suponer que un átomo puede estar en uno de los dos estados mutuamente excluyentes es hablar del "espín" de un átomo que puede tomar, como todo el mundo sabe, dos valores bien diferenciados: "arriba" y "abajo". Si abrimos la caja, o penetramos dentro de la comisión de investigación que asemeja la caja, veremos el átomo en una de las dos posiciones posibles, y si repetimos muchas veces el experimento, preparando el átomo en el mismo estado inicial, comprobaremos que la mitad de las veces aproximadamente el espín está para arriba y casi la mitad de las veces para abajo. La posición "arriba" corresponderá a la versión de los hechos donde el átomo dice la verdad; la posición "abajo", en cambio, será la postura donde la mentira campa a sus anchas. Teniendo en cuenta que la mecánica cuántica admite la posibilidad de que el átomo esté en una superposición de estados antes de ser observado y en un estado definido después de ser observado, no resulta difícil comprender que las versiones de un mismo discurso (entendido, en esta ocasión, como función de onda) serán percibidas por los interlocutores del átomo de manera distinta. Por otra parte, no conviene olvidar que los observadores del átomo se encuentran también dentro de la caja y que, por tanto, su comportamiento en principio es el mismo que el del átomo, con lo que tendremos una variedad de posiciones interrelacionadas que nos acercarán sin duda a la resolución del problema. Es decir, a la posición "verdad" del átomo le corresponderá en primer lugar la posición "verdad" del interlocutor y, más tarde, la posición "mentira" del interlocutor; a la posición "mentira" del átomo le corresponderá primero la posición "verdad" del interlocutor y, más tarde, la posición "mentira" del interlocutor. Y así hasta el infinito. Al final, acabadas las observaciones, Yu Tsun intentará engañar de nuevo al implacable Richard Madden asesinando al sinólogo Stephen Albert, mientras los alemanes esperan impacientes el nombre de una ciudad o un signo definitivo. El secreto de la novela de Tsui Pen acabará como siempre en manos de su bisnieto y Yu Tsun comprenderá al fin que el libro es en realidad el laberinto y el laberinto no es espacial como se creía, sino temporal. El jardín pensará Yu Tsun- es la imagen del universo tal como lo concebía Tsui Pen, y el mundo es un jardín de senderos que se bifurcan. Madden, por su parte, concluirá la investigación con una verificación desoladora: visto lo visto, a la hora de manipular, manipularon todos.
Concluida esta fase aún podremos acudir a una pregunta filosófica: ¿Dónde estamos cuando escuchamos música? Peter Sloterdijk plantea este interrogante en su Extrañamiento del mundo y, gracias a su intuición, procede a relatarnos esta respuesta:
La especificación del lugar sigue siendo vaga; sólo es seguro que, durante la audiencia musical, no se puede estar nunca del todo en el mundo.
Es decir, si planteamos para finalizar una pregunta del tipo: ¿Dónde estamos cuando escuchamos hablar a nuestros políticos?, la respuesta será del mismo tipo que la expuesta por Sloterdijk: un lugar sin identificar que, en todo caso, no está del todo en este mundo. Aun así, escuchando música siempre permanecemos en una casa de madera, acariciados por el fuego de la chimenea; escuchando a nuestros políticos, en cambio, nos encontramos en una habitación perdida, fría y desangelada. En ambos casos, no obstante, estamos ante realidades paralelas, ante mundos múltiples. Uno para cada necesidad, uno para cada caso, y así hasta el infinito.
5 comentarios
Cristina -
Quería responderte al post en que hablas de P. Kerr y su novelón "Una investigación filosófica", pero los poros de la red se están convirtiendo en agujeros negros y me estoy viendo cada vez más empujada al vacío, o sea, a no responder. Quede aquí esta felicitación por tu weblog, que a partir de ahora seguiré siempre que pueda.
Herzliche Gluckwünsche,
Cristina
Cayetano -
Enrique -
Siddhartha: Gracias, muchas gracias. Bienvenido a ésta su casa.
Siddhartha -
itn -